Mi padre tiene más herramientas que cualquier ferretería, corbatas apenas usa y le gusta afeitarse con maquillas desechables y barra de jabón y brocha. Sus hijos dejamos atrás la treintena de años cumplidos y nos parecía un poquito inapropiado regalarle nuestros mejores dibujitos hechos con plastidecor. Ante todas estas circunstancias llevamos unos años invitándolo a comer en el día del padre, a veces optamos por algún restaurante y otras preparamos algo especial en casa, como, fue el caso, en esta ocasión.
No tengo conocimientos académicos de cocina, pero sí pasión y algo de cabezonería. Llevaba tiempo intentando esferificar zumo de tomate para preparar caviar de tomate. Por sí sólo no aporta mucho, pero ofrece interesantes posibilidades, si acompaña, por ejemplo a unas anchoas del Cantábrico o a unas migas de bacalao. El hecho es que no había conseguido el equilibrio necesario entre gelatina, temperatura y paciencia, y cada vez que lo intentaba quedaba una masa informe con poca apariencia de caviar. Comenté con mi amigo Moisés los múltiples fracasos que había cosechado hasta ahora y me mandó el enlace de un vídeo, donde el profesor de su escuela de cocina esferificaba salsa de soja, paso a paso. No sé si fue el reciente eclipse parcial de sol, las supermareas o las elecciones de Andalucía, pero algo se alineó ayer y al fin conseguí mi preciado caviar de tomate. No sofistiqué demasiado el emplatado, la emoción nubló esta habilidad y opté por ponerlo en una cucharita de cerámica sobre una anchoa del Cantábrico.
No hace mucho tiempo, preparé una comida vegana y uno de los platos me pareció especialmente rico. La calabaza asada tiene una textura y un punto dulce que considero que armoniza muy bien con la cebolla caramelizada con reducción de vinagre balsámico de Módena, es importante el punto agrio para equilibrar el dulzor del resto de ingredientes, al igual que la escamita de sal Maldon que corona cada trocito de calabaza.
Otro de los entrantes fue la crema de pimientos confitados con queso manchego semicurado, esta crema untable no la he inventado yo, fue una de las propuestas del chef Marcos Móran en Madrid Fusión, su elaboración se presentaba entre dos láminas de pasta filo crujiente y la mía con tostaditas de aguamiel.
El plato fuerte fue cordero confitado a baja temperatura con salsa de anacardos y pimentón de La Vera. Es un plato sencillo, la única exigencia es el tiempo de elaboración, que se va a una noche de horno metido en una bolsa de vacío a 75ºC. Esta propuesta es bastante contundente, por tanto el vino debe ser capaz de armonizar los intensos sabores del cordero y los frutos secos, mi apuesta fue Ábrego de Bodegas Calar, un tempranillo con 9 meses de barrica que creo que aguantó bien la contundencia del plato.
El postre generalmente corre a cargo de mi madre, esta vez creo que su flan estaba aún más bueno de lo que está normalmente. Todo un remate delicioso.
Me parece que tu celebración ha sido estupenda. Lo del plastidecor muy bueno. Yo directamente no hice nada, paso de estas celebraciones.
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Yo tampoco soy mucho de celebraciones institucionales, pero cualquier escusa nos vale para juntarnos a comer y la de los eclipses son cada demasiado tiempo, je je.
Gracias por tu comentario!!!
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Apúntate a Master Chef YA!!!! Enhorabuena por esa comida, mejor regalo no pudo tener tu papi 😉
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No soy mucho de Realities, aunque sean de cocina, además tengo una manía tonta, me gusta cocinar con un albornoz de baño y el delantal encima, crees que lo entenderían en el programa??? je je.
Muchas gracias por el comentario.
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