Volvemos este año a visitar Jerez como marco de una de las ferias más importantes del mundo del vino que se celebran en nuestro país. La exclusividad de los vinos generosos, licorosos y dulces especiales, hace de este evento una cita imprescindible para todo profesional que desarrolle su actividad en el entorno de la enología. En líneas generales nuestra experiencia ha sido provechosa, pero sí nos gustaría señalar algunos aspectos que consideramos mejorables, a nivel de organización. El proceso de inscripción creemos que mejoró notablemente al permitir imprimir la acreditación y no tener que esperar fila en la puerta para recogerla. Si es cierto que el uso de indicaciones externas que detallaran el acceso de quien llevábamos nuestra acreditación impresa hubiese facilitado bastante acertar con la puerta correcta. El mayor caos empezaba cuando se pretendía reservar una cata comentada. A diferencia de otros años que podían reservarse en el momento de hacer la inscripción, este año se optó por la opción de la reserva in situ. Ya nos parecía un paso hacia atrás, pero pensando en varios puestos informatizados con expedición inmediata de reserva, podía ser una forma ágil de gestión. Nuestra sorpresa fue cuando observamos que el método elegido era el de los escribientes cistercienses, una o dos personas escribiendo a mano en una lista el nombre de las personas interesadas en asistir a cada cata. Mientras tanto la fila de espera se iba engrosando, a la vez que el malestar de los que allí esperábamos. El primer día tuvimos suerte y reservamos en las catas deseadas, pero el segundo nadamos para morir en la orilla, justo a las puertas del pupitre nos dijeron que ya no quedaban plazas, tras esperar un buen rato en la cola. Creo que para futuras ediciones este modelo de gestión debería mejorarse, además no todas las catas estaban en el programa, y poder asistir o no dependía de si tenías suerte y te enterabas de su convocatoria. En líneas generales observamos carencias en la organización, como puntos donde poder adquirir una botellita de agua, hecho importante cuando se está catando vino, sobretodo en estas fechas y en Jerez, era curioso observar el trapicheo de agua como si de una sustancia prohibida se tratase, hasta el punto de vivir alguna situación violenta por este motivo. También nos gustaría destacar la profesionalidad del personal de asistencia, tanto azafatas como personal de servicio de la Escuela de Hostelería tuvieron en todo momento un trato atento y muy profesional, hecho que creemos importante reseñar y felicitar.
Tuvimos la enorme suerte y el privilegio de inaugurar Vinoble con la cata de Toro Albalá, haciendo un recorrido por sus Pedro Ximenez de añadas entre el 1968 hasta el 1931. El varietal, el clima y el saber hacer de esta bodega dan como resultado joyas para el paladar, aromas de frutas pasificadas, confituras, chocolates y hoja de tabaco se cuelan por nuestra nariz y despiertan nuestros recuerdos, y en la boca el terciopelo acaricia nuestras papilas y nos prolonga su sabor como para no olvidarlo en mucho tiempo. Con una excelente presentación de Pilar Bujalance, directora de marketing, y la dirección de cata de Manuel López, pudimos aprender y disfrutar de una experiencia inolvidable.
Vinoble no sólo es vino, también hay un espacio para otra gastronomía de la provincia de Cádiz, en este caso nos ilusionó encontrarnos con los productos Delaespiga, panadería especializada en picos de pan; puede parecer un producto más que cotidiano y sin ningún glamour gourmet, hasta que pruebas sus pulgarcitos y te crean una adicción casi enfermiza por su sabor y textura. Su stand estaba lleno de nuevas propuestas con productos saludables aparte de exquisitos.

Productos Delaespiga
Tuvimos también la fortuna de encontrarnos a Bodegas Dimobe, catando alguna de las nuevas añadas de sus moscateles, y certificando que continúan manteniendo una calidad excelente en todas sus elaboraciones.
Otra de las catas comentadas a las que pudimos asistir fue a las de las Bodegas Teneguía, perteneciente a las Islas Canarias. Sus vinos se elaboran con malvasía y sus peculiaridades son sorprendentes. Son vinos dulces, muchos de ellos con botritis, pero en porcentajes bajos, pues sólo algunos racimos son afectados, por tanto pueden oscilar entre el 5% y el 20%. Todos los vinos catados tenían una excelente acidez, que los hacían equilibrados en boca. En nariz eran complejos con una amplia variedad de recuerdos, desde las frutas pasificadas a los tostados del café. Una experiencia muy interesante en esta cata fue tener oportunidad de comparar una larga crianza oxidativa de 16 años en barrica y una larga crianza reductiva, de 22 años en botella. Permitiendo de esta manera entender lo que aporta cada proceso por separado. La cata fue magistralmente dirigida por Carlos Lozano, enólogo de la bodega.
Con este dulce recuerdo cerramos el primer día del Salón, ilusionados por continuar descubriendo las maravillas que nos ofrecen estos vinos tan especiales que seguiremos detallando en la próxima entrada.