Considero que la acelga es la verdura más denostada de la literatura, no como la alcachofa, de la que se han escrito obras completas, poetas y novelistas la han incluido entre sus textos, elevándola al Olimpo de las flores comestibles. Asociada a las dietas, por su bajo aporte calórico, destaca por su sabor tirando a plano, por no definirlo como insulso. Al hervirla no tiene la personalidad maloliente de la coliflor y en cuanto a su aspecto, se usa como ejemplo de palidez y falta de lustre. Tienes cara de acelga, decimos cuando alguien ha perdido el tono vital de su piel.

Acelgas en Google
Pensar que un alimento sólo tenga su campo de expresión entre las líneas frías y asépticas del cuaderno de un dietista, me hizo obsesionarme con conseguir un nuevo resurgir de esta amiga de carnosas hojas y crujientes pencas. Entre las múltiples ideas estaba la de convencer a amigos, que sustituyéramos la chuletada de los domingos, por el día de las acelgas rehogadas, pero creo que al poco tiempo me vería como un náufrago nadando en un mar de escusas. Después investigué sobre posibles alternativas de cocinarlas, y me encontré con una sorpresa que jamás podía imaginar. Si en Google pones acelgas te salen 1588 recetas caseras. ¡Qué alivio!, vale que en el siglo de oro de las letras fueran las grandes olvidadas, pero ahora su presencia en la gran red está más viva que nunca. En plena excitación, he recuperado una receta de mi madre, asadillo de acelgas, que realmente no es un asadillo, porque nada asado lleva, pero el guiso es idéntico al del asadillo de pimientos, plato típico manchego. Os animo a que lo probéis, a continuación, os dejo la receta, es muy sencilla.
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