Lees comentarios favorables en TripAdvisor y piensas que debe estar bien. Recorres una calle por dónde solo un coche puede pasar y llegas a la puerta de un local discreto, donde se refleja el año que abrió, 1929 y te imaginas la cantidad de clientes que deben haber cruzado ese rellano. Te encuentras dentro de un templo de tradición y soleras, cuando te das cuenta que la música que suena son los Dire Straits. Carlos, su propietario, no lo sabe, pero a mi ya casi me tiene conquistado.
No perder las raíces, pero a la vez, estar sólidamente asentado en el siglo XXI, me parece un logro elogiable y perfectamente viable. Con agrado nos preguntan: ¿Qué os apetece tomar?, un fino puede estar bien, le respondemos. Nos sirve en copa de degustación un fino sacado de una bota mediana refrigerada, nos explica que está sin filtrar y que notaremos matices diferentes. Realmente las levaduras y los frutos secos están muy presentes, además de voluminoso y muy agradable.
Conectamos en pocos minutos, a Carlos le fascinan los vinos, la gastronomía y charlar sobre ello. A nosotros nos hizo sentir como en casa, sobretodo al probar sus croquetas de bacalao. También su rabo de toro está muy bueno. Esa noche solo pasábamos a picar algo, pero no podíamos marchar de Montilla sin disfrutar de una velada más larga. Así que decidimos volver la próxima noche a cenar.
Y, ¿cómo se come?
El salón tiene una decoración mitad tradición, mitad vanguardia, personalmente me parece confortable. La música seguía siendo excelente, al menos para mi. Creo que existe una armonía sublime entre The Police y el bacalao con salsa de naranja, plato que nos pareció espectacular, acompañado por un verdejo de la zona, muy peculiar y diferente. Con el fino que hemos comentado al principio nos comimos un atún confitado que estaba delicioso. Otro plato que nos gustó fue el revuelto de bacalao con apio, con una vinagreta de ajo negro.
Tuvimos oportunidad de charlar un rato con el cocinero, que al igual que Carlos, disfruta innovando y compartiendo experiencias y opiniones, hecho que se refleja en el conjunto del local.
Creo que el lector deducirá fácilmente que la Taberna Bolero nos gustó bastante, también mi agrado por los Dire Straits, sobretodo si suenan mientras disfruto de una copa de vino en buena compañía, y todos esos factores confluyeron aquellas dos noches en Montilla. ¿Sabrá esto alguna vez Mark Knopfler?
Pensamos lo mismo, cualquier local en el que suene la guitarra de Knopfler a mi ya me tiene ganado.
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