Tras posponer varias veces la visita, finalmente comemos en el Mesón Octavio. Hemos coincidido con ellos en varias ediciones de Madrid Fusión, a veces hemos tapeado en su barra, pero nunca nos habíamos sentado a su mesa. Sabiendo que es una de las cocinas más destacadas de Ciudad Real, era imperdonable no haberle hecho una vista antes, pero las circunstancias, en ocasiones, se vuelven adversas, aunque el deseo era cada vez mayor, así como las expectativas, que fueron ampliamente satisfechas.
El salón es acogedor, no tiene excesivas mesas, y se respira una atmósfera hogareña que es muy reconfortante. Belén nos recibe con su sonrisa franca, y nos acomoda junto a una ventana que deja pasar un agradable sol de primavera. Dejamos que nos sorprenda con su menú degustación y empezamos a zambullirnos en un mar de aromas, sabores y texturas, que nos conecta con la tierra, a la vez que nos deleita.
Hemos escuchado muchas veces, decir a Belén, que tenemos una despensa privilegiada que deberíamos apreciar más. La cocina de Aurora se basa en esa filosofía, en jugar con productos de la tierra, muy cercanos a nosotros la mayoría de las veces, y que no les prestamos la atención debida. Un tomate de calidad, una sardina encurtida y un buen aceite de oliva virgen extra, pueden hacer un maravilloso pipirrana, y damos fe que así fue.
La cocina tradicional con toques de innovación, con propuestas llenas de sentido y sabor, como el paté de anacardos y aceite de oliva virgen extra, el bacalao, pescado estrella en la gastronomía de interior, las croquetas de cocido, unas gachas llenas de sabor o las albóndigas de caza, fueron platos que nos cautivaron.
El vino es muy importante dentro de las propuestas del Mesón Octavio, empezando por un vermut de elaboración propia y paseándonos por el extenso plantío manchego durante toda la comida, disfrutando de un baile perfectamente acompasado entre platos y copas.
Nos costó despedirnos, la atención de Belén, José y Aurora, el buen sabor de boca y el placer de compartirlo en buena compañía, magnetizaba aquellas sillas como si fuesen de imán, no de madera. Nos marchamos, pero no tardaremos en volver, pues con solo la primera visita, ya nos han hecho fieles a su buena cocina y a su cariño.