Hace un año entrevisté para el programa Entre Fogones a Miguel Ángel Jimenez, chef del restaurante Orbe Kitchenbar. Hablamos por teléfono con motivo de un showcooking en el que participaba, no recuerdo su propuesta, pero sí que me llamó la atención. La alineación de planetas ha hecho que este año, con cada persona de Tomelloso que me cruzaba y salía el tema gastronomía, me recomendaba que visitara este restaurante. Como soy muy bien mandado, y tengo querencia por el buen comer, hace unos días decidí visitarlo.
En la fachada destacan unas grandes lonas publicitarias de marcas comerciales, y en su interior nos encontramos un restaurante sin demasiadas mesas y con una decoración moderna. Era viernes a medio día y no había demasiada gente, por lo que no tuvimos problema para sentarnos.
Decidimos compartir un par de entrantes y elegir un segundo. El primer entrante es un turrón de foie con confitura de pera. Estaba exquisito, no podemos decir que sorprendente por innovación, pues no hay apuesta más segura que el foie para que un plato esté bueno, pero en muchas ocasiones este se enmascara o endulza demasiado, perdiendo los matices del preciado hígado. En esta ocasión estaba muy bien hecho, tanto en textura como en sabor. El segundo entrante fue el canelón de aguacate, y aquí es cuando llegó la sorpresa, con esa mezcla de sabor a mar y a frutas tropicales, una autentica pasada. En su interior había un ceviche de gambas y frutas, con un toque de plancton que le aportaba salinidad y reforzaba los recuerdos marinos. Los platos principales fueron un bacalao con mojo suave de cominos y naranja, de una calidad excepcional y un punto de elaboración perfecto, y un tataki de picaña sobre crema de coliflor tostada, donde cada trozo de carne se deshacía en la boca y la crema la envolvía sin eclipsarla. Toda la comida fue acompañada por excelentes vinos de la tierra, hecho que valoramos mucho, pues tenemos vinos excepcionales a precios asequibles, que deberían tener ganada su presencia en la mayoría de nuestros restaurantes, pero que tristemente no suele ser la tónica general, a excepciones de determinados sitios, como este.
Personalmente lo que más valoro a la hora de ir a comer a un restaurante es que me sorprendan con la cocina, evidentemente la calidad del producto es importante, pero mi afición por la cocina hace que si me apetece comer un buen pesado al horno, lo compro del mercado y lo preparo yo mismo en casa, pero en cambio, saber que en un sitio voy a comer algo que ni me imagino cómo se hace, consigue levantarme mucho interés y deseo. En el Orbe Kitchenbar han conseguido sorprenderme, y mucho, por tanto felicito a Miguel Ángel por su excelente cocina y a Pedro por la buena gestión y servicio de un restaurante, al que pienso volver no tardándose mucho.