Bolonia, de Baelo Claudia a los apartamentos Trajano

Este año tenía marcado en mi calendario como visita obligatoria la bahía de Cádiz, para ser más exactos mi objetivo era conocer, degustar y disfrutar la temporada del atún rojo en primera persona. Como uno no es tan dueño de su tiempo como cree, al final fue imposible reservar fechas de mayo o junio para instalarme en Barbate o Zahara y vivir de primera mano un arte de pesca que se remonta a los fenicios. Como según mi padre todos los refranes rezan y tanto el más vale tarde que nunca, como la intención es lo que cuenta, pues con toda la intención, decidimos redescubrir este verano la provincia de Cádiz en el mes de julio.

Hacía más de doce años que no visitábamos las costas gaditadas, después de unas pocas intentonas de buscar un buen alojamiento en Zahara de los Atunes, Cádiz capital o Barbate, finalmente reservamos un apartamento en Bolonia, nuestros recuerdos nos proyectaban imágenes de playas desiertas y salvajes, unas ruinas romanas rodeadas con una alambrada y sobre todo ausencia de coches y bullicio.

Tras cinco horas de viaje y un atasco a la altura de Tarifa, llegábamos un sábado a las dos de la tarde a Bolonia. Estamos seguros de que ese día a esa hora la Gran Vía madrileña tenía menos tráfico que el pueblo. No entendíamos que había pasado en estos años y por qué había muchos coches buscando aparcar en cualquier sitio. Tras ubicar los apartamentos y estacionar con permiso de las gallinas que guardaban nuestro aparcamiento, llegamos con nuestras maletas a los apartamentos turísticos Trajano.

CIMG4354Un edificio de dos plantas con nueve o diez apartamentos, una enorme buganvilla roja llena de flores y un gato mimoso es el primer recibimiento que nos encontramos. Una señora muy amable nos informa de que nuestro apartamento es el ocho y de que para ella la limpieza es lo más importante en un negocio de hostelería. Efectivamente, el apartamento número ocho está impecable, es amplio, tiene un salón-cocina desde donde se ve el mar, un dormitorio con dos camas pegadas y un aseo con bañera donde se podría comer. Varios carteles recuerdan que no debemos hacer ruido después de la media noche y puedo certificar que en las seis noches que he pasado sobre esa cama mi su sueño ha sido realmente profundo.

La locura del fin de semana, en cuanto a visitantes, se apaciguó el lunes y aunque con muchísima más gente de lo que nosotros recordábamos, la tranquilidad de la zona era la tónica reinante. Bolonia lo forma un pequeño grupo de edificaciones, con poco más de una calle asfaltada, gallinas, perros y gatos conviviendo con los nativos y turistas, y una playa impresionante, donde destaca al oeste una duna enorme en forma de lengua y en dirección Tarifa unas piscinas naturales que son un paraje de encanto. Es un lugar que dista mucho de la clásica urbe de vacaciones, con macrodiscotecas, macrohoteles de buffet libre y paseos marítimos que han invadido el espacio natural. Jamás recomendaría la visita a este sitio a alguien que prefiera el rebuznar de los tertulianos de cualquier programa de cotilleo antes que el de un burro de verdad. De este paraíso deberíamos hablar en voz baja para que a ningún político con sed de urbanizar permita que se machaque este pequeño edén de nuestra costa.

Instalados en el apartamento, a las tres de la tarde nos vamos a comer y aquí comienza nuestra aventura gastronómica que desarrollaremos en próximas entradas.

Acerca de J. Fernando Buitrón Gijón

Consultor de Comunicación Gastronómica, Creador del blog elemparrao.es, Sumiller, Comunicador y Formador.
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Una respuesta a Bolonia, de Baelo Claudia a los apartamentos Trajano

  1. lazaro cesar fernandez flores dijo:

    muchas felicidades por lograr tener un espacio tan placentero y saludable de veras te envidio.
    solo usted sabe lo que se siente en ese momento,son las razones de la vida y mejor,para las personas como usted de buen gusto,que la paz y la tranquilidad y el amor te acompañen siempre.
    saludos y espero tu comentario de lo vinos palo cortado y fondillon.

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